Ha habido que esperar a que dejasen este mundo para que volviésemos a acordarnos de los dos Josetxos, Ezponda y Anitua, para señalarles otra vez como figuras capitales del rock de nuestro país. Es la puta historia de siempre Por eso a uno le duele pensar si habrá que matar también a José G. Izkue para que de una vez por todas se reconozca el valor de los cuatro largos firmados por El Desvän Del Macho desde 1992 hasta hoy. O más concretamente, para que se ponga en valor el regreso discográfico de una de nuestras bandas más rabiosamente personales, con un sonido intransferible a pesar el constante baile de componentes en la formación. Lo esencial, la surrealista y torturada poesía de José G. Izkue y sus intrincados juegos de guitarras, sigue siendo el eje de Simplicis, un disco tal vez no tan inmediato como los sobresalientes Hermana violencia (1992) y Lumbar (1994) pero sin duda a la altura de la leyenda.