o hay duda alguna de que el nuevo movimiento de Anímic va a ser interpretado por algunos como un atentado contra la relación de lealtad entre la banda y sus seguidores
Mientras que la gran mayoría va a interpretarlo más bien como lo que realmente es: una oportunidad de oro para renovar votos de fidelidad con una formación capaz de romper la baraja incluso después del sprint que supusieron sus dos últimos álbumes, Hannah y Hannibal. La cuestión está sobre la mesa: el nuevo disco de Anímic, Skin, es un cambio, un requiebro, una transformación. Pero es una de esas mutaciones en las que da igual que (casi) no puedas reconocer el cuerpo, porque el alma te habla tan alto y claro desde el interior de la carne que al final eso es lo que cuenta. Lo fácil sería decir que se han pasado a la electrónica y que ya no queda nada de los Anímic a los que tan fácil resultaba imaginar como un grupo tocando en el claro luminoso de un bosque a reventar de poderosos verdes y aires frescos
Pero eso sería simplificar demasiado las cosas. Con sus dos últimos álbumes, la banda ya nos había invitado a adentrarnos en las partes más oscuras del bosque, allá donde el día daba paso a la noche, el aire olía a amenaza y el verde se transformaba en un negro que latía al son de un corazón potente, urgente, con mil caras. En Skin, simple y llanamente, siguen explorando esas mismas sombras pero con una linterna que emite una luz nueva y sorprendente. La magia sigue presente en el álbum como siempre ha estado presente en todo lo que ha editado la banda. ¿Cómo explicar si no esa inexplicable pero deliciosa sensación de estar escuchando a Anímic por mucho que la cabeza te esté diciendo que esto suena en las antípodas de lo que era (y debería ser)?
Podría rastrearse este nuevo sonido en ambientaciones de canciones lejanas como Kent Forest o en ataques beligerantes como el de la impactante Shootem Up que cerraba Hannibal como una ristra de disparos de metralleta. Pero ¿quién necesita rastrear el pasado cuando te encuentras ante un presente y un futuro que brilla con un fulgor tan furioso? En Skin existen puñaladas de puro techno eléctrico y electrificado sobre el cuerpo todavía caliente de lo que una vez fue la banda. Así suenan, por ejemplo, TV y Glass. Pero lo que realmente abunda en el álbum es la alternancia entre caricia y golpe, entre atraerte para seducirte y alejarte para seducirte más todavía, para crear esa dependencia que sólo sentimos cuando lo que deseamos nos es vedado. Así funcionan Inhuman, Slave o el grand finale con toques industriales de la impactante Whales. E incluso hay momentos para lamerse las heridas y reposar el alma, como Silence o esa Hidden que podría convertirse en el mejor gancho para los que todavía observen el cambio, el requiebro, la transformación de Anímic desde la desconfianza. Porque volvemos al principio: la fidelidad es un valor ambiguo y complejo, pero cuando supera pruebas de fuego como esta, sabes que va a durar hasta el final de tus días.