El grupo instrumental madrileño Giganto edita su segundo álbum, Látigo, canta. Su primer trabajo, Fuego amigo presentaba la versión menos pulida de su rock and roll intenso, canalizando las influencias personales y colectivas más agrestes del trío: KARP, Breach, NomeansNo, Queens of The Stone Age, Hammerhead, Melvins o Man
or Astroman? se abrían paso entre los surcos de un disco implacable, realizado con modestos medios y registrado casi en su totalidad en el local de ensayo, captando fielmente la volátil y abrasiva propuesta del grupo sin filtros ni adornos.
¿Qué ha cambiado en estos tres años? Látigo, canta refina la propuesta del trío manteniendo el carácter visceral que les define, si bien han realizado un esfuerzo más que notable en dotar de dinámica al sonido Giganto, muscular y tenso como nunca, en lo que ha tenido mucho que ver el trabajo a la batería de Jaime García (Adrift, CODO), sintonizado siempre con las percutoras líneas de bajo características de la banda. Mientras tanto las guitarras de Víctor Teixeira se apropian por momentos de un twang que alude a territorios cercanos al surf, exótica y demás sonoridades reverberantes, potenciadas por la mano experta de Santi García a los controles, encargado de registrar el disco en los estudios Cal Pau de Sant Pere Molanta. Eso sí, no esperen lúdicas evocaciones a paraísos de arenas blancas o daiquiris a la puesta de sol
El contundente arte del disco, de nuevo diseñado por José Torre (también bajista de la banda) ya presagia que el plomo y la piedra siguen siendo los materiales que conforman unos Giganto siempre empeñados en revolverse contra esa inmerecida inclusión en movimientos tan genéricos y alejados de sus intereses como el stoner, al parecer único destino de los grupos instrumentales que no fusilen a Mogwai o no hagan versiones de los Ventures.