Los Ciclos Iturgaiz son (fueron, más bien) la mezcla posible entre Un Pingüino En Mi Ascensor y un hipotético Juan Antonio Canta menos surrealista y más cizañero. Una banda de pop tullido a medio camino de las performances de The KLF (tocaban en silla de ruedas e intentaron publicar una esquela de Kim Jong Il) y el arte para la maledicencia de Josemi Sieiro. Unos artistas del escrutinio del paisanaje y costumbres de las vascongadas. Sus dos discos autoeditados confluyen ahora en un Grandes Éxitos editado por Fikasound: un recopilatorio necesario para su tenencia e imprescindible para el obsequio. Incluso con guiño en su edición CD a Zer Bizio?, esos grandes olvidados.
Remasterizados a conciencia por Javier Roldón para que el oído humano no pierda ni un detalle de sus sutilezas y arabescos al Casiotone, con sus famosos ritmos a machamartillo, con ese sonido tocotó inmediato que les salía siempre de natural, era en las letras donde los Ciclos Iturgaiz aportaban las risas. Artesanos de la carcajada tanto inmediata como de largo recorrido e incluso de cocción a fuego lento, si las risas fuesen ramas que ello no os impida vislumbrar el inmenso bosque que solía ser cada una de sus canciones: desde usar la masacre de Columbine para renegar de la juventud apollardada y el bullying a insinuar que detrás de todo pedófilo no hay una parafilia (sino una maniobra pecuniaria del emporio Disney) los Ciclos destacan por su crítica social siempre en el polo opuesto al bardo default de guitarrita y ceño fruncido. Los Ciclos saben que con chanza y risa todo cuaja mejor que dando la homilía.
No obstante, el dúo no es sólo gente de reírse de Edurne Pasabán, Ana Rosa Quintana y Arzak y quedarse ahí. Qué va. La injuria era su zona de confort, pero la comodidad a ratos gusta y de seguido entumece. Los Ciclos propusieron soluciones, pasaron de la Canción Protesta a la Canción propuesta; sin ir más lejos su idea de convertir la enseña nacional, tan de moda ahora, en un collage art brut en el que cupiese lo más representativo de cada autonomía y del ciudadano tipo español. O la fantástica idea de acercar el nacionalismo vasco al imperialismo español en una mesa de negociación designando a Chiquito de la Calzada Interlocutor Válido. Esta clase de ideas eran las propias a una música comprometida de verdad con una mejora de la realidad que criticaban.