En Los Edificios Que Se Derrumban encontramos un disco arquitectónico de principio a fin, cuyos andamiajes nos remiten a una doble estructura: la interior y la exterior. El hormigón de este edificio está revestido por la Trilogía de Berlín de David Bowie, así como por influencias del synth-pop yugoslavo y alemán (de hecho, el propio título del disco es una traducción del nombre de la banda berlinesa Einstürzende Neubauten), pero los pilares sin duda son The Clash, Ilegales, Nacha Pop y The Smiths. Sobre ellos se apoyan otros sonidos e influencias: hay espacio para el postpunk e incluso para el spoken-word influenciado por John Cooper Clarke o 713avo Amor. Lo que se halla tras los muros es una pulsión romántica marcada por la muerte joven (Ruinas, Las Flores De Mateo, Te Espero En El Moldava), la citada experiencia en Centroeuropa y en el este (Miel Y Sangre, Los Niños De La Estación Del Zoo) y una mirada a un inseparable atrás, al otro lado: a quien espera (Sensación Extraña), a la adolescencia (La Mundial, Todos Los Rumores Eran Ciertos) y al «Problema de España», que en La Trinidad ocupa por derecho y preocupación un tema en sí mismo, al más puro estilo noventayochista, no sin cierta ironía (España Invertebrada, La Clase Media) Un disco como este, tan directo e íntimo al mismo tiempo, requería una presentación clara, pulida y de frente: en un contrapicado, La Trinidad posa por vez primera para la portada de uno de sus trabajos.