Hojalata Pura, el primer disco de Escombros, es un pedazo de hierro oxidado que alguien se encontró tirado en un parque de San Blas. Si pudiera pincharse sonaría crudo como los grupos de El Rollo (eso que había en Madrid antes de los neones y el plexiglás), con los Coz a la cabeza, sonaría sucio como La Trapera y sonaría cabreado pero también ufano, a ratos Cicatriz, a ratos Ilegales. El mismo Jorge Ilegal asoma en los últimos segundos de Que suene rocanrol, justo antes del monólogo de David El Gnomo (¿el gnomólogo?) que abre Una pera no es un higo. El primero habla de la basura; el segundo, de la destrucción.
Toda esta hormigonera de referencias, y algunas más, conforman el disco de debut de Escombros (FOLC Records, 2021), su primer larga duración después un estupendo EP autoeditado. Hojalata Pura son nueve canciones en las que destaca la voz rabiosa de su cantante, Miguel, acompañada por una sólida banda de punk rocanrolero o de rocanrol punki, llámenlo equis, pero donde la fuerza y la velocidad son la norma. Nueve canciones sobre la eterna lucha de la cordura contra el caos, con la calle y los bares como ecosistema natural. Que suene rocanrol en medio de esta feria.
Texto de Puñonrostro