Uno diri´a que la creacio´n de espacios, de mundos es un terreno que esta´ reservado, pra´cticamente en su totalidad, a la literatura. A la mu´sica, con suerte, se le otorga con frecuencia el poder de evocar atmósferas, estados de a´nimo u otros cometidos menos tangibles. A veces ocurre que lo concreto de la literatura se une con la abstraccio´n de las notas musicales y el resultado de esa alquimia debe ser parecido, creo, a lo que Alberto Montero ofrece en su nuevo trabajo: un viaje interior y exterior a trave´s de catorce temas que oscilan entre lo oni´rico y la concrecio´n, a trave´s de una mira- da profundamente personal, tanto en el plano musical, con instrumentaciones que combinan un cierto etnicismo con un folk preciosista y tranquilo. Alberto susurra parai´sos, los llora, incluso, en algunos momentos y es, precisamente, esa honestidad la que hace que poco a poco e inevitablemente, nos vayamos adentrando en su mundo. Un mundo levantado de forma calculada pero sin perder la espontaneidad ni la pasio´n. Escuchar Arco Mediterra´neo es, pra´cticamente, sentarse a ver pasar un pun~ado de diapositivas que evocan un lapso de tiempo concreto. Los paisajes, sus habitantes, los animales y plantas que viven ellos, las aves, los caminos y los col- ores cambiantes generan un recorrido emocional por el que transitamos como turistas en temporada baja, mientras nos invade la sensacio´n de ser los inquilinos de una acuarela cuyos colores se derraman por el papel, como en un suen~o. Una sacudida emocional propiciada por una voluntad de obra completa que mantiene cada tema, en su propia idiosincrasia, unido por un hilo que indica el recorrido y que hace que no nos desviemos del viaje que propone en ninguno de los cortes. De principio a fin, el viaje de Arco Mediterra´neo, aunque en distintas fases, es uno solo que lleva por distintos derroteros, luminosos a veces, oscuros a ratos. Mediterra´neo a veces, tropical cuando menos lo esperas. De ahi´, sospecho, lo que perdura despue´s de las escuchas: la inexplicable emocio´n de lo efi´mero, de despertar con una extran~a sensacio´n de realidad, con la conmocio´n de haber cogido la flor y tenerla todavi´a en la mano sin estar fi´sica- mente en el jardi´n. La semi-consciencia de haber paseado por un mundo concreto que ya no existe ma´s, si no es en tu propia mente.