Disco a disco Parade no para de crecer y de reinventarse gracias a la asombrosa capacidad imaginativa de Antonio Galvañ y a su inagotable repertorio melódico. En Amor y ruido", su séptimo álbum en estudio, vuelve a hacer algo grande sin resultar pretencioso. A su manera, como en las historias de los comics que de pequeño leyó y le hicieron soñar con ser un súper héroe, fiel a su forma de ver la realidad, nos entrega su trabajo más cálido y romántico, en el que imperan los instrumentos acústicos a los electrónicos, la influencia italiana o francesa a la anglosajona, lo clásico a lo moderno, en definitiva el amor al ruido. El amor entendido como ese estado sublime que, alcanzado, hace que todo lo que nos rodea sea puro ruido.
"Amor y ruido" lo integran nada más y nada menos que catorce canciones imprescindibles que llevan la firma y la impronta del genio de Yecla (desde 1994). La intención global de Antonio Galvañ a la hora de grabar y dar forma a sus nuevas composiciones fue hacer un disco partiendo del canon clásico de canción. Inspiradas en esencia por el clasicismo de los últimos sesenta y setenta del siglo XX, pero no limitándose a la influencia anglosajona sino también a la europea, principalmente italiana y francesa. La influencia anglosajona se nota en la parte más pop del disco, como en "Tierra postapocalíptica", "Amor alien" o "El imperio nunca dejó de existir". La influencia italiana o francesa destaca en "La vida tal cual", "Reality en la casa encantada" o "Marc Modular". Es un disco, por lo tanto, variado y lleno de contrastes, pero a la vez homogéneo y, desde luego, muy entretenido.
Por lo anteriormente dicho, en "Amor y ruido" se ha optado por el empleo de instrumentos eminentemente acústicos, que casi nunca habían aparecido en álbumes anteriores, como el contrabajo, el bajo eléctrico y la batería (que empezó a notarse ya en "Materia Oscura"). Por supuesto, interpretado de forma magistral y sin edulcorantes artificiales. No hay apenas sintetizadores ni cajas de ritmos y la guitarra de Eduardo Piqueras sobresale especialmente en canciones como "Morninha" y "Rushmore", y adquiere gran importancia en casi todas las canciones, ya sea de forma acústica o eléctrica. Todo esto da como resultado una textura más viva o, según se mire, menos fría que en trabajos precedentes. Más "humana" en definitiva, con la intención de que se note que hay personas tocando, con todo lo que esto conlleva (fallos incluidos).