Hablar de Monodrama supone enfrentarse a un reto. Las espirales mareantes en las que uno cae al entrar en el frondoso jardín de intentar explicar una de las más felices anomalías de la música española reciente ponen de manifiesto lo complicado de definir una banda para la que no contamos con referentes previos en la escena española.
No se andan con rodeos los madrileños Monodrama, abiertamente predispuestos a colocar al oyente en un brete, a provocarle una experiencia de intenso vértigo. El segundo álbum de este soberbio trío de jazz contemporáneo (¿o hablamos ya de música de vanguardia?) es un viaje exigente y fascinante, además de extenso en su formulación. La aventura se prolonga durante 77 minutos, un doble elepé en toda regla, por más que en el formato CD este lote de 13 composiciones sí quepa en una sola unidad.
Puede que acabemos el periplo exhaustos, pero también atónitos por la envergadura de la sacudida. Porque este Mndrmooaa, rupturista hasta en el título (el nombre del grupo ordenado primero por las consonantes y luego con las vocales, por no caer en el simplismo del álbum homónimo), tiene poco de malasañero, mostoleño o vallecano, que son las coordenadas geográficas más específicas de Alberto Brenes, Mauri Gómez y David Sancho. Piensen más en el Londres disruptivo de The Comet is Coming. Y, por supuesto, en los paisajes frondosos y enrevesados de BADBADNOTGOOD.
Puede que Monodrama encarne ahora mismo, como ya se intuye, la versión más adelantada y rupturista del jazz español. Everything in its wrong place, un título a modo de guiño clamoroso a sus venerados Radiohead, confirma el gusto de la banda por las texturas, los ambientes y el espesor sonoro, muy por encima de cualquier consigna melódica. No, no acabaremos la tarde tarareando nada de lo que acontece en esta hora y cuarto de música instrumental, cultivada e intrigante. A cambio, puede que nos vuele la cabeza. O nos la incendie, como en esa portada magnífica de un artista mexicano al que localizaron por internet.
¿Un disco difícil? Depende de para quién, de si colocas el listón en David Lynch o en Belén Esteban, argumentaba el batería Alberto Brenes, gran ideólogo en el diseño conceptual de Monodrama, en una entrevista reciente. Se saben responsables de un acto de terrorismo sonoro con esta larga amalgama de teclados planeantes, batería nerviosa, efectos electrónicos y el saxo demente de Mauri Gómez. No hay espacio para el remanso, sino para el sobresalto (The hunt) o la obsesión (Inner dance). Pero conviene perderle el miedo al funambulismo sin red. Aquí, un territorio idóneo para que, como oyentes, nos concedan una distinción en la carrera de equilibrista.