La paciencia y el bolsillo del difunto Mario Pacheco permitieron que Blues de la frontera (1988) séptimo mejor disco español del siglo XX según el Rockdelux 223 llegara a buen puerto. El jefe del sello Nuevos Medios, principal valedor editorial del nuevo flamenco, supo lidiar con una grabación fragmentaria que parecía eternizarse y puso a disposición de los hermanos Amador todo lo necesario. Cuesta creer que Rafaliyo y Raimundo facturaran este disco casi sin hablarse. Su relación, a la deriva en un mar de egos, se hundió durante la gestación del álbum y Raimundo terminó poniendo tierra de por medio.
Secundado por un plantel de músicos que era puro lujo ibérico miembros de Ketama, Alameda, Dogo y Los Mercenarios o Smash en los créditos, el fraternal dúo hispalense refinó todo lo apuntado en sus anteriores trabajos, estableciendo un fluido diálogo genérico en el que se imponían rock y flamenco, pero que tendía puentes entre la Plaza de Doña Elvira y Broadway el estándar How High The Moon, teñía de jazz las sevillanas Pasa la vida originales de Romero Sanjuán, para quien Raimundo trabajaba tocando el bajo o dirigía su proa hacia costas jamaicanas en Lunático.
Con Carlos Lencero frente al escritorio inolvidables los textos de Yo me quedo en Sevilla, Camarón y Calle Betis y el visionario Ricardo Pachón en la pecera Raimundo asegura que su mayor acierto fue dejar hacer, aunque admite que Camarón entró a última hora por insistencia del productor.